“Lágrimas de cocodrilo”. Este refran señala a los hipócritas. Para ello hay varias creencias, una es que el cocodrilo saca lagrimas, así moscas se le paren cerca y poderlas atrapar.
Se inspiró en la creencia generalizada de que el cocodrilo es un timador consumado, para despertar la compasión de los oyentes, animales u hombres. Traerlos a sus dominios para devorarlos, finge el lastimoso llanto de un ser desvalido.
Por curioso que resulte, es verdad que tanto el lagrimeo como el gemir son condiciones del comportamiento del cocodrilo. No como resultado de expresar sentimientos humanos, sino como parte de estrategias biológicas que le han valido la permanencia sobre la faz de la tierra.
Los cocodrilos sobresalen de entre los reptiles por su gran capacidad de vocalización. Los sonidos que emiten estos varían desde las cavernosas voces que los machos emplean para cortejar a las hembras durante la temporada de apareamiento. Los recién nacidos avisan a la madre que acaban de salir del cascarón o que se encuentran bajo amenaza.