Caracas, 1 de diciembre de 2017
Por Raúl D. Córdoba Arneaud.
A pesar de lo que dicen algunos, o algunitos como dice mi estimada Mónica Dubois, la navidad caraqueña es un amasijo de tradiciones que, aunque parezcan un poco sosas, son nuestras y punto.
Instintivamente, le damos un valor emocional elevadísimo a aquellas cosas que nos generan sonrisas. Entre nuestras tradiciones más fuertes se encuentra el encendido de la cruz del Ávila. Y aunque algunos se empeñen en cambiar eso, el caraqueño sabe que el 1 de diciembre, a las 6:00 P.M., desde el Estadio Universitario de la Ciudad Universitaria, tiene lugar el acto de encendido de la cruz, anunciando la llegada de la navidad. Generalmente, un grupo de niños (aunque en, algunos años, un grupo de viejos fufurufos), se encargaban de accionar un botón. Un acto todo rimbombante pero lleno de ilusión.
Era un acto televisado en los canales nacionales y aquellas personas que tenían platabanda, azotea o terraza -según su nivel de sifrinura- corrían para ver el encendido, en vivo y directo. Si ibas caminando en la calle, te detenías para voltear hacia el Ávila y esperar el encendido de su cruz, y si ibas manejando te emocionaba el hecho verla apagada y luego verla encendida. Emocionados, cuales carajitos.
Las noches decembrinas son acompañadas de esta cruz encendida, que deja de encenderse, tradicionalmente, el 2 de febrero, día de La Candelaria.
Digan lo que digan, podremos ser muy adultos y hablar de política, economía y psicología, pero aun, cosas como estas, nos emocionan como niños con juguete nuevo.
Aunque en algunos lugares enciendan ostentosos árboles o largas calles, nosotros tratamos de renovar nuestras ilusiones por un mañana lleno de luz.
Y así amaneció el Ávila. Feliz inicio de diciembre.
Fotografía de @Ginamoca en Instagram