Caracas ha tenido gobernadores despóticos, ahora sólo tiene arbitrarios y desatendidos.
Sin embargo, esto no es nuevo, en 1711, la Gobernación de la Provincia estuvo a cargo del abusador y barbaján Francisco de Cañas y Merino, un violento, excéntrico y mujeriego.
El maltrato era su pasión, se dice que solía armar carreras de gatos en la Plaza Mayor, donde secuestraba a doncellas caraqueñas. No había hombre que no pensara en desnucarlo.
En esa época la Provincia estaba constituida por Santiago de León de Caracas y La Guaira, por lo que debía rodear el Ávila para explorar sus otros predios.
Cierto día, este atolondrado Gobernador bajó a La Guaira con una centena de hombres, mandó tocar rebato, sin noticias de enemigos y, aunque hacía meses que no pagaba la infantería, ordenó darles a cada soldado una ración de tres reales, y maíz a los caballos.
El maíz fue sacado del depósito de la ciudad, a pesar de la gran escasez que había.
La gente prorrumpía en quejas y lamentos por las calles, al ver que se sacaba el maíz para los caballos.
En esa misma afrenta, mandó a talar huertos y jardines, con la osadía de planear una estrategia para derribar esa ‘montaña fastidiosa’ que le impedía el contrabando cómodo.
En una de sus expediciones, se dice que salió con su caballo y transitaba el sendero del Fortín del Salto, también conocido como Camino Real, cuando un hervidero de hombres y sublevados le emboscó. Aunque se vio grave, todos se encargaron de que se mantuviese con vida.
En La Guaira lo estaba esperando Jorge Miguel Lozano y Peralta, Magistrado de la Audiencia de Santo Domingo, quien lo mandó a detener y remitir a España.
Estando en la cárcel solicitó pluma y pergamino, en el que escribió:
“Los salvó la montaña y unos esperpentos, ese pedazo de tierra rojo que no tiene nada de admirable y esa raza parda y sucia”
Murió entre ratas. Elegantes y refinadas ratas para ese vulgar lechuguino.
Fotografía de @huguito