Por Raúl D. Córdoba Arneaud
Algunos países la aclaman para hablar de preocupaciones, inquietudes y prisas. En Venezuela y Colombia significa o es sinónima al miedo. Alguien con culillo le teme a algo o a alguien.
Aunque nos jactamos de ser valientes, decididos y arriesgados, nuestra historia nos asegura que, quienes llegan a la Presidencia de la República sufren de mucho culillo. Sólo les daré un ejemplo:
Durante el terremoto de octubre en 1900, Cipriano Castro se lanzó de un balcón de la Casa Amarilla, con un paraguas de paracaídas.
La sociedad caraqueña disfrutó mucho este incidente de Castro.
El populacho se divertía y crearon el siguiente poemita jocoso:
Del balcón de la casa amarilla,
saltó castro con una sombrilla.
Dicen que un tobillo se quebró,
y que del susto, también se cagó.
Tratándose de hacer tal graciecilla,
¡mejor debió lleva’ su bacinilla!
Todo parece indicar que el culillo es normal entre los personeros políticos, ¡Ja!