Existen momentos en los que Caracas nos muestra sus más profundas lujurias y sus más sinuosos secretos. Viéndola desde una muralla, parece solo peligrosa, pero por momentos es soberbia y orgullosa, por otros, débil y esclavizada.
Tiene una filosofía extraña, de esas que ni comprenden los más versados en la materia, pero que a veces se descifra como el más sencillo de los silabarios.
Hilando primorosamente en las estrías de Caracas, nos encontramos con vivencias que parecen recitar provocadores y tendenciosos versos.
Un día de esos que buscamos preguntas porque tenemos demasiadas respuestas, pasé unos minutos en una iglesia, no había misa, no había rezo, sólo había sosiego y silencio.
Me senté en uno de los bancos por un rato, admirando ese olor a bálsamo de cera y nardo viejo que tienen las iglesias caraqueñas, cuando me percaté de la intranquilidad del vendedor de velas, un señor de unos 60 y dele.
Miró su reloj unas diez veces, como si el tiempo pasase y no pasase lo que espera. Pareció detenérsele el corazón por unos segundos en lo que divisó la entrada de alguien. Se acercaban dos señoras, pero sólo una llegó hasta la mesa. Era una dama perfumada, morena como el chocolate y ataviada de perlas. Contemporánea a él, o quizás un poco menor. Él le extendió sus dos manos, y ella se dejó arropar la suya, parecía un saludo apasionado. Pero se detuvo cuando se entregaron en un beso. Corto, pero al parecer esperado. El señor volteó para percatarse de miradas imprudentes, y aunque no vio mi mirada, siguieron. Esta vez, con un beso más largo acompañado de un abrazo. El señor le entregó un librito, de esos que tienen oraciones y la señora lo guardó rápidamente en su bolso.
Al instante, despidieron sus miradas y la señora se sentó en uno de los bancos contiguos.
A los minutos, llegó otro señor, contemporáneo con ambos, junto a un paraguas y un periódico. Se le sentó al lado a la señora, le tomó la mano, le abrazó y le besó la mano. Una mano con olor a bálsamo de cera. Unos labios usados. Una mirada nerviosa. Una mirada odiosa. Todo en el mismo escenario.
Pensé que eso sólo ocurría en las novelas de Venevisión.
#Asívivimos
Fotografía de @rolancarreno en Instagram.