Me desperté abstraída, dando vueltas en mi cama, como si las sabanas me incomodaran el descansar y las almohadas pincharan mis sueños.
Era una madrugada fría y silente, donde parecían revelarse los secretos. Tenía meses dándole vueltas a la idea. No quería aceptar esa, mi decisión. Pero, era inapelable, aunque el pasaje estaba un tanto arrugado, lo decidí: me voy del país.
En apenas una maleta debo guardar mi vida, mi realidad, mi Venezuela.
Nunca imaginé que debía guardar mi corazón en una maleta. Mi familia y mis amigos. Mis ilusiones, mis sueños, mis manías. Todo debe abrazarse en esa maleta.
Quiero llevármelos a todos. Que hasta el señor del kiosquito se venga. En mi maleta irán los atardeceres, los besos pendientes, las noches estrelladas, los abrazos inconclusos, las promesas infringidas, las playas soleadas y las risas a carcajadas.
Irán mis sonrisas y mis lágrimas, mis recuerdos, frustraciones, éxitos, fracasos y miedos. Irán mis historias, mis secretos y mis ambiciones. Quisiera llevar una dotación infinita de abrazos. Unos regaños divertidos y un pedacito del Ávila.
Quiero muchas cosas: quiero detener el tiempo y que no llegue ese día. Quiero poder meterlos a todos en mi maleta y llevarlos conmigo. Quiero que conozcan lo echa’os pa’lante que somos aquí. Quiero que cada abrazo signifique que ‘todo va a estar bien’ y que cada despedida sea un ‘hasta pronto’.
Quiero, no sé qué quiero, pero lo quiero.
Este escrito fue inspirado en una persona maravillosa. ¡Qué siempre te acompañe La Morenita! ¡Hasta pronto!
Fotografía de @pmpv